sábado, 11 de octubre de 2025

Palacio de la Reunificación, Ho Chi Minh




El Palacio de la Reunificación no se visita tanto por lo que muestra como por lo que representa. Su fachada simétrica y sus geometrías repetitivas parecen diseñadas para imponer orden, como si la arquitectura pudiera domesticar el caos de la historia.

Aquí, el 30 de abril de 1975, un tanque del ejército norvietnamita derribó las verjas y marcó el fin de la guerra y del régimen de Vietnam del Sur. Desde entonces, el edificio ha sido preservado casi intacto, como una cápsula de aquel momento exacto en que un país exhausto se reunió de nuevo bajo una misma bandera.

Mi única imagen capta algo que quizá explica mejor el espíritu del lugar: tres mujeres frente a la fachada, dos con áo dài —el vestido tradicional vietnamita— y una con atuendo occidental. Las tres sostienen pequeñas banderas rojas, y durante unos segundos, los chorros de la fuente parecen sincronizarse con sus gestos.

Es una escena tranquila, pero cargada de historia: la síntesis entre lo antiguo y lo moderno, entre la disciplina del pasado y la naturalidad del presente. El palacio es más que un símbolo político; es una metáfora de un país que aprendió a integrar sus contradicciones sin borrarlas.