sábado, 11 de octubre de 2025

Bưu điện Trung tâm Sài Gòn



Había llovido mientras visitábamos el museo de los Restos de la Guerra, pero al llegar al Bưu điện ya no quedaba agua en el suelo. Solo humedad. Esa humedad invisible que aplasta el aire y deja la piel siempre pegajosa. El cielo seguía encapotado, y la ciudad parecía moverse en cámara lenta.

El Bưu điện Trung tâm Sài Gòn —la Oficina Central de Correos— es uno de esos lugares donde la historia y el mito se confunden. Durante años se repitió que la había diseñado Gustave Eiffel, pero no: fue obra del arquitecto Alfred Foulhoux y del ingeniero Auguste Villedieu, funcionarios del gobierno colonial francés. La confusión persiste, quizá porque a todos nos gusta creer que un edificio tan perfecto debía tener una firma célebre.

Dentro, el ambiente es una mezcla extraña de oficina en funcionamiento y puesto turístico. Se venden sellos, se despachan cartas, pero también postales y recuerdos. Los visitantes —nosotros incluidos— acudimos atraídos por la belleza del lugar y, sin quererlo, por ese mito repetido del “Eiffel tropical”.

El espacio impresiona: una gran nave abovedada, mosaicos en el suelo, columnas verdes y un retrato solemne de Ho Chi Minh al fondo, observándolo todo. Los mapas coloniales de Indochina recuerdan que este edificio fue parte del engranaje administrativo de un imperio que ya no existe.

Nada parece fuera de lugar: el orden francés sobrevive en los mostradores de madera, en la simetría, en el silencio relativo que allí dentro todavía se conserva. Afuera, Saigón bulle. Dentro, la humedad se mezcla con el olor del papel, y la historia continúa archivándose con puntualidad.