sábado, 28 de septiembre de 2019

Movilidad en Beijing

La movilidad en Beijing.

La movilidad en China es un drama. Y, me atrevería a especular que, en Beijing, especialmente.
Un enjambre rabioso de biciclos eléctricos o electrificados, pues no me queda claro si la mitad de ellos salen así de fábrica o solo son el resultado de una transformación posterior, circulan por un "tertium genus", entre carretera y acera. Pero que tampoco dudan en acaparar cualquiera de las otras dos categorías clásicas, carretera o acera, para describir lo que asemeja una danza de estorninos alocados.
Si no lo entendí mal, quien sació mi curiosidad me explicó la permisividad con estas "semi-motos" (así las llamó). Sus conductores no necesitan ni casco y, salvo hacer saltos mortales carpados, creo que todo lo demás les está permitido. O, no prohibido, pues tengo la sensación de que el chino medio ha aprendido a navegar con osadía en el lodazal de los vacíos legales, en la alegalidad.








Las escenas más rocambolescas se producen cuando un sujeto, normalmente transportando algo que excede las capacidades de su infra-moto, decide circular, como si tal cosa, entre la muchedumbre. Cosa que logra, a pesar de la obvia imposibilidad de hacerlo. Todo esto, gozando del claxon de la moto con la insistencia de un mensaje en morse, al que el gentío responde con pequeñas e indiferentes concesiones; sin alterarse; sin reclamar el sacrosanto derecho del viandante, como si ya tuvieran interiorizada la naturaleza misma del caos circulatorio. O como si formaran parte, íntima y secretamente, de esta coreografía de la movilidad imposible.

Nosotros, mientras tanto, seguimos discutiendo y ordenando la movilidad eléctrica urbana, con nuestros legisladores de pacotilla escandalizados por los vacíos que fuerza la tecnología e impulsan a la raza humana. Mientras nosotros discutimos, China, avanza. Y luego nos preguntamos, ¿por dónde se va al futuro? ¡Por el camino del medio!


La caja de la semi-moto me acaba de barrenar las costillas.
El de la gorra, simplemente, me apartó.

El transporte de mercancías, que es la tercera derivada del movimiento eléctrico-vandálico, merece capítulo a parte. La movilidad del triciclo, que se ha adueñado del espacio que desbloquearon sus primos de dos ruedas, es aun más polivalente que la de los precursores. Los he visto circular por TODOS los sitios. O son invisibles o son sagrados. No importa su motorización, su velocidad o su tara (lo de menos, esta última), el triciclo se ha institucionalizado y forma parte del decorado.
Su versatilidad está fuera de toda duda y su capacidad de carga, solo parece ocupar la duda de los occidentales, que tenemos normas para todo (especialmente en carretera - gracias Pere Navarro).



Hace dos días, un cartel de tráfico a la entrada de una gran ciudad proclamaba: -coches = -accidentes -contaminación. No creo que estuviera en la jurisdicción de Tráfico, pero obedecía a esa corriente liberticida encaminada a censurarlo todo por el supuesto bien de todos ¿A menor velocidad, menos accidentes? Problema resuelto: suprimimos 9 de cada 10 vehículos y, los que queden, a velocidad de patinete. Problema resuelto. Al día siguiente: sin víctimas. O mejor dicho: todos víctimas de la estulticia legislativa. El simplismo es alzarse con soluciones populistas, cortoplacistas y miopes, a problemas complejos.


Capacidad de carga



El triciclo institucionalizado.




Pero la excelencia última la alcanza el diseñador chino cuando aborda el transporte de personas desde la perspectiva, privilegiada, del triciclo. El triciclo permite soluciones habitacionales que desbordan la capacidad del biciclo convencional. La comodidad y la protección de la intemperie entran en juego. Incluso la estética, por qué no. El vehículo reconquista el espacio del hito social que nunca debió haber abandonado. 
Pista para Pere Navarro: prohibir los coches vulgares, esos que ya nadie mira (casi ni cuando se los compra). Dejamos Porsche, Ferrari, Lamborghini y cuatro marcas exóticas más, reciclamos ecológicamente el resto (creando, by the way, un montón de puestos de trabajo), y resolvemos el problema del tráfico para siempre, ... además de embellecer el entorno con esas esculturas sobre ruedas. 
En China, mientras tanto, no se andan con remilgos. Tienen que garantizar la movilidad de 1.500 millones de personas y nuestro discurso, sobrenormativo y ecologista, les resulta tardo-hipócrita y profundamente inútil. Después de haber disfrutado de nuestro desarrollismo salvaje, sin consideración ni por el planeta ni por los que quedaron rezagados, con la generosa etiqueta de subdesarrollados, ahora nos alarma que ellos se desarrollen, algunos sin más miramiento que su propia presión demográfica. Hay que ser muy hipócrita ... o muy occidental.



Shanghao Q5, fabricado por Jinxiang Qianyuan Electric Vehicle Corporation


Visto en Beijing

Explicaciones en una Casa de Te.

  







Restaurante tradicional.


Apetitosos pinchos de escorpiones y otras naderías.
Algunas otras.


Fabrica de jarrones chinos.


lunes, 23 de septiembre de 2019

El Templo de Cielo

Pabellón de Oración por la Buena Cosecha.

El Templo del Cielo es un conjunto de edificios, construido en el año 1420, que ocupa un área tres veces mayor que la propia Ciudad Prohibida. Las dinastías Ming y Qing lo utilizaron para rezar por las cosechas (en primavera) y dar las gracias al cielo por los frutos obtenidos (en otoño). El Pabellón de la Oración por la Buena Cosecha está situado al norte del recinto, sobre tres terrazas de mármol. La estructura, de 38m de altura y 30m de diámetro, se quemó en un incendio causado por un rayo en 1889, pero fue reconstruida de forma idéntica al original: todo de madera; y sin clavos. 
El pabellón es sin duda la estructura más emblemática del recinto; de hecho, su imagen se emplea para promocionar y como símbolo del turismo en China. Desde el año 1998, el Templo del Cielo está catalogado como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.


Pabellón de Oración por la Buena Cosecha.


Pasarela de acceso al Templo del Cielo.
Pasarela de acceso al Templo del Cielo.
Pasarela de acceso al Templo del Cielo.
Dentro del último recinto.
Pabellón abarrotado.
Interior del Pabellón de Oración por la Buena Cosecha.

Es muy interesante el entramado de columnas en el interior del Pabellón de Oración por la Buena Cosecha: se trata de diferentes "círculos" de columnas. Las cuatro grandes columnas centrales simbolizan las cuatro estaciones. Un segundo círculo de 12 columnas más simboliza los doce meses del año; y otras veinticuatro, los periodos de cosecha.

Pabellón de Oración por la Buena Cosecha - long exposure.


El Templo del Cielo.

jueves, 5 de septiembre de 2019

La Gran Muralla

Un minúsculo fragmento de la Gran Muralla China

La Gran Muralla China me dolió. Y lo hizo en muchos sentidos, también en el no metafórico.
Duele físicamente superar peldaños que tienen más altura que huella (técnicamente, más de un 100% de pendiente), pero que además también te obsequian con alturas irregulares y variadas; duele sortear turistas (sí, como nosotros) a codazos - turistas de esos que corren a escalar media docena de peldaños y arrastran (sí, arrastramos) nuestras sebosas vidas, sin gracia ni desparpajo, hasta llegar al primer descansillo. Todo eso duele, pero luego se alivia.

Lo que de verdad duele, y duele mucho y el dolor perdura, es darte cuenta que alguien (supongo que el que diseño el viaje) ha pensado que puedes "ver" la Gran Muralla China en dos horas ¿Para qué más? No se equivoca el sujeto si piensa en términos de selfie. De hecho hubo a quienes les sobró tiempo.


Si piensas en escala anímica, entonces la percepción del tiempo necesario para ver, para vivir, este Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 1987, cambia notablemente. Lo suyo sería recorrer un par de centenares de kilómetros de la muralla (y me quedo corto, pues se calcula que mide 21.200km) ; acampar al lado de ella, contemplarla recortada contra un cielo estrellado. Sentir las 24 horas del día, ver pasar las luces y los vientos como lo hicieron quienes comenzaron a edificarla allá por el siglo V a.C. Eso sí sería ver la Gran Muralla China. Creo que entre quince o veinte días sería suficiente para recorrer un buen trecho, dialogar con sus piedras y, para los que son como yo, fotografiarla en múltiples circunstancias.

El problema es que si pones veinte días aquí, veinte días allá, y veinte días más allá ... redondeando: un año sabático. Y quien dice un año sabático, dice dos o dice cinco - sin estrecheces. Marco Polo, casi por alusiones, marchó de viaje en 1.271 (con 16 años) y estuvo 23 años de viaje (expatriado, diría alguno). Pero así, sí. Así sí se conoce y se ven las cosas. En fin, para otra vida. Quien puso la visita de un par de horas ya era consciente de que la Gran Muralla es cosa de un selfie o de toda la vida, así que optó por lo breve, porque para dedicarle toda la vida debió pensar que no le pagábamos lo suficiente (y aquí en China, abonados al post-capitalismo salvaje o al neo-comunismo-capitalista, todo se mide en Yuanes).


El día, horriblemente encapotado (otra de las vicisitudes del turista volátil), destrozó los cielos de las imágenes, pero, al menos, alivió el rigor de la "escalada". Vaya: quid pro quo.

Otro minúsculo fragmento de la Gran Muralla China.
Algo menos minúsculo, otro minúsculo fragmento de la Gran Muralla China
Sobrepoblación


Mar y Muralla (I)
Mar y Muralla (II)
La "Murallesa"

lunes, 2 de septiembre de 2019

Beijing lights

Dongdaqiao esquina Guanghua.

Con un skyline no demasiado complicado (los mismos chinos dicen que Beijing es la capital del pasado; y Shanghai, la del futuro - aunque eso es anticiparse demasiado en las entradas de este blog), la noche de Beijing no es rutilante. No es apabullante.

El sobrio China Zun (528m) está prácticamente omnipresente. Las diferentes fases del China World Trade Centre (el III con 330m y el IIIB - creo) son demasiado sobrias. Y algo más escondidos están el espectacular CMG Headquarters (234m) y el bello Wangjing Soho (120m).

La luz, tan presente en China - incluso en decoraciones de gusto cuestionable (malditos leds) - no es tan agresiva en Beijing. Es cierto que existen "pequeños" delirios puntuales, pero no hay escenarios de "demencia" colectiva, como podremos encontrar (atención spoiler) en Xi'An, Guilin o Shanghai.

Entre los "caprichos" recomendables está la segunda pantalla de leds más grande del mundo (detrás de la que hay en Las Vegas - 460m de longitud y 12 millones de lámparas led). El juguete, reclamo del centro comercial The Place, costó aproximadamente 30 millones de Euros; está situado a 25 metros de altura, y tiene 7.500 metros cuadrados de superficie (30 metros por 250m). 


Cielo de Leds en The Place.
Se proyectan imágenes inverosímiles de mundos fantásticos, debajo padres y peques evolucionan en tanques futuristas.




Torres gemelas LG, 140m, desde Dongdaqiao con Jianguomen.
New China Insurance Tower and Baogang Mansion, desde Jianguomen.