
El barco dragón nos dejó junto a la orilla, y tras una corta subida entre árboles fragantes apareció la pagoda Thien Mu. Su torre octogonal, la Phuoc Duyen, se levanta sobre el río Perfume como una espina de ladrillo y fe. No hay templo en Huế que condense mejor la mezcla entre devoción, historia y resistencia.
Thien Mu fue fundada en 1601, cuando el señor Nguyen Hoang —gobernador del sur de Vietnam— soñó con una anciana celestial que le pidió construir un templo en ese punto exacto. Cuatro siglos después, la historia se hizo carne política: desde este mismo monasterio partió el monje Thích Quảng Đức, quien en 1963 se inmoló en Saigón en protesta contra el régimen católico y autoritario de Ngô Đình Diệm. Su sacrificio, retransmitido en todo el mundo, puso en evidencia la brutal represión religiosa del gobierno y marcó el principio del fin del régimen.
Esa imagen —el fuego devorando la serenidad de un monje— cambió la percepción occidental sobre Vietnam antes incluso de la guerra con EE. UU. Desde entonces, la Thien Mu quedó unida al eco de aquel acto extremo: un templo donde la espiritualidad se cruzó con la política, y el silencio de la oración se volvió un grito por la libertad de culto.










La flor corresponde al árbol de la bala de cañón (Couroupita guianensis), una especie originaria de Sudamérica que viajó con los colonizadores y se adaptó al sudeste asiático como si siempre hubiese estado ahí. En Vietnam crece con devoción en los templos, donde la asocian al budismo por su forma: el centro recuerda un altar con múltiples estambres en espiral, y su perfume intenso —dulce, embriagador, casi excesivo— se considera un símbolo de la iluminación. Paradójicamente, el árbol debe su nombre occidental a algo más "terrenal": sus frutos, esféricos y pesados, caen al suelo con el estruendo de un proyectil.