
El barco avanza lento, con pesadez, y la sensación inevitable es la de entrar en un laberinto natural: un pasillo de agua que nunca se abre del todo, siempre ocultando el siguiente giro. No hay horizonte plano; siempre hay una pared de roca delante.
Lo primero que impacta es la cantidad de barcos. Cada uno arrastra a decenas o cientos de almas contemplando al mismo tiempo ...el mismo paisaje. Es fácil pensar en una vulgarización: un patrimonio natural convertido en parque temático, con colas de cruceros que se mueven como autobuses urbanos. La bahía sufre un estrés evidente, casi incómodo.
Y sin embargo, aquí estoy, en uno de esos barcos. Parte del problema, aunque al mismo tiempo infinitamente agradecido. Porque sin esta masificación, seguramente, el lugar me estaría vedado: un privilegio reservado a locales, a expedicionarios aislados o a élites con recursos. La paradoja es clara: lo que afea y degrada es también lo que abre la posibilidad de estar aquí, de ver con mis propios ojos un escenario que de otro modo quedaría en el imaginario.
En medio de esa contradicción, la geología se impone. Una roca solitaria, afilada, cubierta de manchas verdes, recuerda que lo esencial sigue siendo lo mismo: piedra y agua, millones de años de erosión. Este relieve kárstico no es un mero decorado: es el resultado de procesos geológicos que comenzaron en el Paleozoico, cuando esta región estaba sumergida bajo mares tropicales poco profundos. La disolución de la caliza, las fracturas abiertas por el tiempo y la lenta acción del agua modelaron este paisaje único, que conecta con otros escenarios hermanos del sudeste asiático, como las montañas de Guilin en China (ver paseo por el río Li-Jiang) o los valles de Vang Vieng en Laos. Y sin embargo, Ha Long añade algo que no tienen los demás: la leyenda que le da nombre, la del dragón que descendió del cielo para defender estas costas de los invasores, escupiendo jade y perlas que al tocar el mar se transformaron en los miles de islotes que hoy emergen del agua. La mitología y la geología se cruzan aquí con la misma naturalidad con que los barcos atraviesan sus canales.





PD: Esta es el primera de las tres entradas sobre Ha Long en este blog. Seguirán "anochecer" y "amanecer". En la página de índice mantendremos el orden conológico completo.