
La Pagoda de un Solo Pilar (Chùa Một Cột) se levanta en el corazón de Hanói como un símbolo del budismo vietnamita y de la arquitectura tradicional del país. Vista desde fuera, parece flotar sobre un estanque de lotos, sostenida únicamente por una columna de piedra central que la convierte en un templo único en su género. Su origen se remonta al siglo XI, cuando el emperador Lý Thái Tông mandó construirla en agradecimiento por haber tenido un hijo tras soñar con la diosa de la compasión sentada sobre una flor de loto.
El estanque que la rodea, cubierto de hojas verdes y flores emergentes, refuerza esa imagen onírica. Las guirnaldas de banderas budistas y nacionales que cuelgan entre los árboles aportan un aire festivo, como si el templo, pese a su tamaño reducido, concentrara una parte esencial de la espiritualidad vietnamita.
En el interior, el pequeño santuario de madera guarda un altar cubierto de ofrendas, frutas, flores y varillas de incienso encendidas. Allí, arrodillado en silencio, un monje eleva sus plegarias frente a la imagen dorada, en un gesto que conecta pasado y presente en un mismo acto ritual. La sencillez del espacio contrasta con la riqueza de los detalles dorados y lacados que lo rodean.
La escena exterior mantiene ese equilibrio entre la solemnidad y lo cotidiano.
Sentados en los bancos de piedra del patio, los visitantes descansan, observan y conversan, mientras la pagoda se mantiene erguida como si fuera un relicario suspendido en el tiempo. El conjunto resulta armónico: las escaleras de piedra desgastada, los tejados de tejas curvas, los macetones de loto, el verdor envolvente.