El río Li es una vía de acceso privilegiada a un paisaje natural realmente extraordinario formado por una sucesión harmoniosa de montañas ondulantes, con pronunciados peñascos e infinidad de cuevas y grutas (como la que pudimos visitar, la cueva de las flautas de caña).
Pudimos navegar un tramo de casi 80km, desde Guilin a Yangshou, desde donde regresamos ya por carretera. Yangshou no deja de ser también una parada interesante. De hecho tiene pinta de haber sido un rincón encantador, aunque se le ve sucumbir al proceso alienante del turismo.
Esta zona del río Li merecería la pena ser explorada sin prisas. En mi caso: con tiempo y trípode. De hecho, es el lugar para captar la famosa pesca con cormorán (y no el remedo circense con el que me tuve que conformar en Guilin). Desde uno más de la interminable procesión de barcos (más de 40 barcos conté en el que convoy de aquella mañana), en pausada procesión por el río, resulta difícil apreciar toda la belleza de este paraje. Y, menos posible aún, tomar una imagen, ni siquiera destacable, tan solo representativa.
Al final: un paisaje que se transformaría con la baja velocidad y el atardecer, mal capturado en movimiento, desde una cubierta demasiado elevada.