jueves, 11 de septiembre de 2025

Taller de seda Thang Loi


El recorrido por el taller de seda Thang Loi (http://www.thangloi-hoian.com/) se convirtió en una especie de viaje comprimido a través de la historia textil de Hoi An. Las fotos que tomaste muestran con nitidez las distintas fases: los gusanos de seda revolviéndose sobre hojas de morera, las manos tensas de las bordadoras hundiendo la aguja en la tela negra, el hilo amarillo estirado en un telar de madera que parece salido del siglo XIX, y al final, la escena más personal: tu familia siendo medida entre estanterías abarrotadas de tejidos de todos los colores.

Ese contraste es la esencia del lugar: de un lado la crudeza de los gusanos —vida que se sacrifica para obtener el hilo brillante— y del otro el artificio elegante de los vestidos que prometen en apenas unas horas. La aguja entrando y saliendo con paciencia infinita recuerda que antes de ser souvenir para turistas ansiosos, la seda fue símbolo de estatus, riqueza y rutas comerciales globales.

Las mujeres del taller, vestidas con sus túnicas amarillas, mueven el cuerpo en sincronía: una mide, otra apunta, otra acomoda la tela en el telar. La rapidez casi coreográfica del proceso habla de oficio, pero también de adaptación a la demanda extranjera: producir a medida y sin pausa, en un contexto donde el tiempo del turista vale tanto como el tejido mismo.

El telar antiguo, las madejas brillantes, los bordados minuciosos y la cinta métrica en el cuello de la modista forman una escena difícil de olvidar. Es casi un teatro, pero un teatro real: las manos que ves en esas fotos llevan años repitiendo esos gestos.















El paso por Thang Loi también tuvo un punto cómico que no se puede obviar: la desproporción de tamaños entre quienes medían y quienes eran medidos. La modista con su túnica amarilla intentando rodear con la cinta métrica hombros que le quedaban a la altura de los ojos. Y la compañera tomando notas con gesto solemne, como si estuviera levantando un acta notarial.