
La parada en Lăng Cô era meramente logística; intencionadamente agradable, pero una parada de habituayamiento ... y poco más; o mucho más. Entre Huế y Da Nang, al pie del paso de Hải Vân, se abre la Laguna Lap An: 800 hectáreas de agua salobre rodeadas de montañas y manglares. Aquí conviven los cultivos de ostras, los rateles clavados en el agua y los pescadores que empujan sus barcas con pértigas como hace generaciones, con la paciencia de quien sabe que no hay otra forma de vivir que volver cada día al mismo gesto.

Y unos metros más allá, como no podía ser de otra forma, la otra cara: un cartel de madera con letras bonitas, un árbol seco colocado en medio del agua ... ¡¡¡y un espacio pensado para selfies!!!
Turismo y postureo, en contraste directo con las manos curtidas del pescador.
Ahí queda eso. Una contradicción más.
Lo curioso es que ambos conviven en el mismo escenario: las estacas clavadas en el agua marcan las granjas de ostras que dan sustento a la comunidad, mientras los turistas buscan el ángulo perfecto para Instagram. La laguna es productiva antes que pintoresca, pero se ha convertido en escaparate accidental de la modernidad: sobrevivir y posar en el mismo metro cuadrado.
Lo curioso es que ambos conviven en el mismo escenario: las estacas clavadas en el agua marcan las granjas de ostras que dan sustento a la comunidad, mientras los turistas buscan el ángulo perfecto para Instagram. La laguna es productiva antes que pintoresca, pero se ha convertido en escaparate accidental de la modernidad: sobrevivir y posar en el mismo metro cuadrado.