miércoles, 10 de septiembre de 2025

Centro histórico de Hoi An


Caminar por el centro histórico de Hoi An es como abrir un libro de muchas capas: algunas páginas brillan en colores intensos y otras rezuman humedad y desgaste.

Las farolas de papel colgando de los árboles marcan la identidad más repetida de la ciudad. Pero basta meterse en los callejones estrechos, con paredes descascaradas y musgo, para ver la otra cara: esa mezcla de decadencia y resistencia que hace auténtico al casco viejo. 

Los muros amarillos dominan todo. En uno de ellos, un cartel casi de postal: “From Hoi An with love”. Es la mercantilización del encanto, la estética empaquetada para Instagram. Y al lado, talleres de artesanos que trabajan madera con gubias gastadas, recordando que aquí todavía se producen objetos que no nacen del plástico ni del souvenir masivo.

En el suelo, una silla de plástico vieja, arañada, con las capas de pintura peleándose entre sí. Ese asiento habla más de la vida cotidiana que todas las linternas colgadas juntas. A pocos pasos, el río, con embarcaderos adornados con banderas rojas y farolillos multicolor, marca la frontera entre la postal turística y la rutina de los vecinos.

También aparecen los espacios de arte: galerías improvisadas donde las bicicletas se apoyan en las paredes y los cuadros se exponen casi hasta en la acera. Y entre los pasajes, motos y bicis estacionadas en fila en callejones tan estrechos que obligan a avanzar de lado.

Las tiendas de linternas concentran la paleta entera de Hoi An: azules, rojos, verdes, dorados, listos para colgarse en cualquier salón occidental. Mientras, las fachadas coloniales, con su pintura amarilla y contraventanas oscuras, recuerdan que esta ciudad fue moldeada por manos vietnamitas, chinas y francesas, y que el comercio siempre estuvo en el centro de todo.

Hoi An es una coreografía extraña: la ciudad museo con la ciudad real. El brillo de los farolillos frente al óxido de las sillas, el marketing turístico frente al trabajo manual, el turista detenido para la foto frente a la mujer que sigue vendiendo. Todo cabe en la misma calle estrecha.