miércoles, 1 de octubre de 2025

Hue — Ciudad Imperial


Huế se abre como un tablero perfectamente diseñado para demostrar poder. La Ciudad Imperial, con sus murallas, fosos y puertas decoradas con dragones, no es solo un conjunto de edificios históricos: es una escenografía política. Los emperadores Nguyễn sabían que gobernar era también impresionar, y en cada relieve, en cada mosaico de cerámica incrustado en los muros, está esa voluntad de dejar claro que el poder venía bendecido por el cielo.

Los salones interiores son un ejemplo de ese teatro imperial. Tronos elevados sobre dragones, rojos intensos, dorados brillantes, geometrías repetitivas en los suelos y símbolos que buscaban encarnar el orden cósmico. Todo estaba medido para provocar reverencia, tanto en los mandarines de la corte como en las delegaciones extranjeras que allí se recibían.

El contraste lo dan los patios, los estanques, los quioscos con techos amarillos y los bonsáis en macetas pintadas con dragones azules. Ese mundo más íntimo era donde la corte buscaba calma, entre rituales y burocracia, y donde el emperador podía refugiarse en un universo de símbolos de longevidad y armonía.

La visita a Huế, sin embargo, no se puede leer solo en clave de esplendor dinástico. Aquí la guerra también dejó cicatrices profundas. Durante la Ofensiva del Tet, en 1968, buena parte de los edificios quedaron dañados o arrasados. Lo que hoy se reconstruye o se restaura está a medio camino entre lo auténtico y lo recreado. Esa ambigüedad es inevitable: hay muros que muestran el desgaste de siglos, y otros que parecen recién salidos de un molde turístico.

Caminar bajo un cielo encapotado refuerza esa dualidad. El gris de las nubes recuerda que este lugar fue campo de batalla, mientras los destellos de sol sobre los tejados esmaltados devuelven el aire majestuoso de capital imperial. Esa mezcla —melancolía y esplendor— define Huế mejor que cualquier manual de historia.
























lunes, 29 de septiembre de 2025

Mausoleo de Tự Đức


Avanzar por el mausoleo de Tự Đức es entrar en una paradoja hecha de piedra, agua y silencio. En apariencia, todo respira armonía: estanques de aguas verdes clamas, pabellones de madera abiertos a los reflejos del agua, muros recubiertos de mosaicos con dragones y caracteres chinos que repiten una palabra casi obsesiva: Khiêm, humildad. Sin embargo, detrás de esa estética refinada hay una historia áspera de trabajo forzado, rebelión y miedo al olvido.

Khiêm

Tự Đức reinó entre 1848 y 1883, uno de los mandatos más largos de la dinastía Nguyễn. Era un emperador culto, poeta y amante de las artes, pero políticamente débil. Durante su tiempo, Vietnam quedó sometido a la presión creciente de Francia, que acabaría convirtiendo el país en colonia. Mientras tanto, dentro del imperio se multiplicaban las rebeliones campesinas, hartas de impuestos y de la «corvea»: el trabajo obligatorio que, entre otras cosas, se utilizó para levantar este mismo mausoleo. Las crónicas dicen que la construcción provocó tal desgaste en la población que hubo una sublevación en 1866.

El complejo funciona como un espejo de la personalidad del monarca. Más que una tumba, es un retiro anticipado: Tự Đức lo utilizó en vida para escribir, meditar, recibir a su corte y hasta asistir a representaciones en su propio teatro privado, el Minh Khiêm, uno de los más antiguos que todavía existen en Vietnam. El lago Lưu Khiêm, con sus pabellones a la orilla, era escenario de paseos en barca y recitales de poesía. En esos rincones queda claro que Tự Đức pensaba más en la eternidad de la palabra y la belleza que en la supervivencia política de su dinastía.

El contraste es brutal cuando se llega al área funeraria. Allí se levanta una tumba de piedra que todos veneran, pero que probablemente esté vacía: el lugar real de enterramiento se mantuvo secreto y quienes lo conocieron fueron ejecutados. Es el colmo de la obsesión imperial: un sepulcro simbólico que protege la desaparición real. A su lado, una estela monumental de veinte toneladas recoge el epitafio más largo de Vietnam, redactado por el propio emperador en más de 4.900 caracteres chinos. En él se describe con un tono ambiguo —entre la confesión y la vanidad— su propio reinado.

Visitar Khiêm Lăng hoy significa enfrentarse a esa tensión: el refinamiento cultural de un emperador que se creía humilde, pero levantó un mausoleo fastuoso con el sudor de campesinos exhaustos; la belleza arquitectónica que aún fascina a turistas y fotógrafos, frente a la fragilidad política de un país que entraba en la era colonial. Todo ello envuelto en la calma aparente de árboles, muros envejecidos y aguas inmóviles que parecen guardar, con discreción, los secretos de un monarca que no quiso ser olvidado.
































viernes, 26 de septiembre de 2025

Lăng Cô




La parada en Lăng Cô era meramente logística; intencionadamente agradable, pero una parada de habituayamiento ... y poco más; o mucho más. Entre Huế y Da Nang, al pie del paso de Hải Vân, se abre la Laguna Lap An: 800 hectáreas de agua salobre rodeadas de montañas y manglares. Aquí conviven los cultivos de ostras, los rateles clavados en el agua y los pescadores que empujan sus barcas con pértigas como hace generaciones, con la paciencia de quien sabe que no hay otra forma de vivir que volver cada día al mismo gesto.









Y unos metros más allá, como no podía ser de otra forma, la otra cara: un cartel de madera con letras bonitas, un árbol seco colocado en medio del agua ... ¡¡¡y un espacio pensado para selfies!!!
Turismo y postureo, en contraste directo con las manos curtidas del pescador.
Ahí queda eso. Una contradicción más.

Lo curioso es que ambos conviven en el mismo escenario: las estacas clavadas en el agua marcan las granjas de ostras que dan sustento a la comunidad, mientras los turistas buscan el ángulo perfecto para Instagram. La laguna es productiva antes que pintoresca, pero se ha convertido en escaparate accidental de la modernidad: sobrevivir y posar en el mismo metro cuadrado.









Bajo un sol implacable, con el "copito" 70-200 clavado hasta las entrañas, la cámara se calentaba por insolación.  Pero ... con un trípode en la mochila (mi fiel GorillaPod) y un ND800 esperando para dar guerra, una "larga exposición" era inevitable: ISO100, f/22 ... y 30 eternos segundos. 




Da Nang: Montañas de Mármol



Las Montañas de Mármol son un museo natural y espiritual a cielo abierto. Cinco colinas de piedra caliza y mármol, cada una bautizada con un elemento: agua, fuego, madera, metal y tierra. En la práctica, lo que se ve es un enjambre de grutas, escaleras imposibles —literalmente imposibles— y templos budistas incrustados en la roca. Las pagodas y estatuas aparecen como si hubieran brotado del mármol mismo, algunas modernizadas con cemento poco sutil, otras conservando la pátina del tiempo.

La colina más visitada es Thuy Son, la “montaña del agua”. Es la que concentra más templos y miradores, ...y también más turistas. El interior de las cuevas está cargado de humo de incienso, humedad y ecos: se siente el peso de siglos de uso religioso, pero también la presión del negocio turístico.
La cantera de mármol que dio nombre al lugar ya no funciona —cerró oficialmente en 1990—, pero el barrio sigue lleno de talleres que tallan estatuas gigantes de Buda y dragones de mármol importado de fuera. Esa es la ironía: las esculturas que se venden aquí ya no provienen de estas montañas, sino de otras canteras del país o incluso de China. El mármol local se protege, mientras se mantiene el escaparate para el turismo y el mercado de souvenirs.

Políticamente, también hay un trasfondo: el budismo fue durante décadas un espacio de resistencia cultural en Vietnam, y aunque hoy el régimen mantiene controlados los templos, la religiosidad popular se escapa entre los resquicios. Las cuevas llenas de ofrendas recuerdan que no todo está "domesticado" por el turismo.








La pagoda Xa Loi es la torre de siete pisos que corona Thủy Sơn. Construida en 1997, parece mucho más antigua gracias al estilo tradicional, pero en realidad es parte de la expansión moderna del complejo. Representa la “biblioteca espiritual” del budismo: cada piso dedicado a un aspecto de las enseñanzas.






En los alrededores de la pagoda hay pequeños altares con figuras de Quan Âm (la diosa de la compasión). El mármol trabajado con suavidad refleja la tradición escultórica de la zona, aunque, como ya se ha expliccado, ya no procede de estas montañas sino de canteras de otras regiones.






En la montaña se encuentra la cueva Huyen Khong, un templo natural que acoge una famosa estatua tallada de Buda.
 




Otra de las escenas más carcaterísticas es la de los dos sabios de piedra jugando a un juego de mesa que no es “go” japonés (aunque lo parezca); es realmente «ajedrez chino» (cờ tướng), muy popular en Vietnam. 



Entre ricnones peculiares, otro particualrmente llamativo: se trata del santuario Linh Nham, una pequeña estructura construida dentro de la gruta. Lo más llamativo es el contraste entre el musgo y el desgaste del templo con el interior cuidado del altar, donde el Buda aparece vestido de naranja brillante. Ese choque entre ruina y devoción activa está presente en muchos rincones de las Montañas de Mármol.