Muchedumbre a los pies del David |
Cuando me documentaba para el viaje a Florencia (VI2015) llegue por casualidad (entiéndase también "tenacidad", más allá de la décima opción de Google) a la web de Lee Sandstead en la que me encontré con un breve ensayo sobre el significado del David de Miguel Ángel.
Mi comprensión de lo que ahí leí condicionó en gran medida y para bien tanto mi expectativa como la contemplación luego de la celebérrima escultura. Sandstead toma, como punto de partida de su reflexión, el bien conocido significado del Renacimiento: la aceptación de que la mente del hombre sería capaz de comprender el universo. Lejos de ser un alma torturada atrapada en una deforme prisión corporal, el hombre fue contemplado como racional, bello y heroico - acreedor de la felicidad y capaz de los más altos logros ... como David, capaz de derrotar a un gigante con su audacia y habilidad.
Sandstead sugiere la pervivencia del evocador atractivo de ese ser humano magnífico - vigoroso, saludable, bello, racional, capaz. Una visión profundamente conmovedor para quienes participamos de esa comprensión del sentido de la vida.
Lo que me trastoca es la contundencia de Sandstead cuando afirma que esta visión renacentista ha quedado casi por completo relegada de la manifestación del arte actual. La intelectualidad parece rendida de nuevo a una visión de un hombre corrupto, atrapado en un universo incomprensible y alejado del control de su propio destino. Creo que entiendo y seguramente también comparto esta suerte de contradicción; y de ahí, toda la carga simbólica que no puedo ni quiero disociar de la contemplación de esta escultura.
El David se exhibió por primera vez un 8 de agosto, el del año 1504 - una fecha que me resulta también familiar. Miguel Angel inició el encargo del David con 26 años e invirtió 18 meses en su talla, trabajando sin ayuda alguna y lejos de miradas indiscretas.
Su David es una verdadera celebración de la condición humana.
Con la cantidad de gente que se agolpa dentro de la Galería de la Academia lo más eficaz es capturar el David desde cierta distancia. Por fortuna, el excelente óptica del 70-200 y su estabilizador me pusieron las cosas fáciles. Aunque solo hubiera servido para resolver esta situación, ya habría merecido la pena acarrearlo por toda la Toscana.