viernes, 13 de marzo de 2020

Osos Panda



Dos familias de osos panda.

Usados hasta como instrumento político-diplomático chino, los casi extintos osos panda no dejan indiferente a demasiada gente. Así lo prueba el nivel de tontería colectiva que se desata en la visita al Centro de Conservación de Osos Panda Gigantes en Chengdu. Se calcula que en libertad, en las montañas de Sichuan, deben quedar unos 1800 ejemplares, de ahí que esta sea una de las pocas formas accesibles de observar a estos bichos. Pero de ese interés razonable a la paranoia colectiva que se apodera de los visitantes en cada rincón del parque hay un largo trecho digno de estudio.

Si a todo esto añadimos que, debido a los horarios del viaje, llegamos a media mañana en pleno mes de agosto, no solo hubo poco que ver; además, lo poco que hubo que ver resultó poco excitante. Con el tremendo bochorno de la zona, los animales, se refugian lejos del calor y, casi por consiguiente, de las miradas. Reduciendo de paso su actividad metabólica, y con ella todo lo demás, a la menor de las expresiones.





Miles de personas (principalmente chinos) se arremolinan como un denso fluido entorno al pasamanos de las zonas perimetradas, reservadas a los osos, escudriñando entre la maleza con una intensidad visual fuera de todo rango. De cuando en cuando, el continuo cacareo de excitación se transforma en agudos chillidos de la horda de groupies, con empujones (y otras vejaciones), porque a 30 metros de distancia, camuflado entre la vegetación, se alcanza a ver la oreja de uno de los héroes locales. Y ya está. 

Un poco más adelante, en una estructura de madera nada natural, se deja ver un corpulento espécimen volcado de espaldas, inmóvil, que a penas es capaz de sostener su propio pelo. Los cuidadores tiene que prácticamente arrastrarlo, con suma delicadeza - hay que reconocerlo, porque le puede dar una insolación (o ya le ha dado, habida cuenta de su nivel de actividad). El placentero gemido de la masa, cuando el cuidador carga con la bestia, desprende una controvertible erótica que escapa a mi comprensión. 




Supongo que, sabedores de que estos bichos al calor se "derriten", les han habilitado un balneario a cubierto con aire acondicionado, algo de agua y mucho bambú. Los visitantes entramos por una estructuras cavernosas, llenas de eco y griterío (en China, en general, el griterío nunca ceja) para contemplar a los plantígrados desde detrás de gruesos cristales, sucios por dentro (porque dentro hay animales) y sucios por fuera (porque fuera hay aun más animales). Una lenta procesión en la que se desfila delante de los escaparates a los que los niños quedan adheridos, con sus manos y sus exiguas naricitas empotradas sobre el cristal. Y no se mueven.
A pie de cola, en los puntos más estratégicos del recorrido (básicamente en los pocos en los que hay algo que ver), dos funcionarios, armados con con sendos megáfonos, se sobreponen al ensordecedor ruido de fondo y vociferan consignas que exhortan a no detenerse y que todos, todos, ignoramos. 




Solo la presión física, corpórea y manoseada, de quienes te siguen en la cola provoca el lento fluir del magma gritón. De hecho, la cola se mueve a pulsos: un grupo se estanca en el punto de observación hasta que la presión del tapón les desbloquea y un nuevo grupo ocupa su lugar.




El último punto de aglomeración salvaje es la "nurserie". Sobre un suelo/bandeja de madera reposan (da la sensación que tal y como los dejaron allí mismo unas horas antes) unas cuantas crías ... aplatanadas. Si las miras fijamente percibes que respiran, por lo demás, parecen muñecos olvidados de la tienda de recuerdos. Te quedas pasmado mirando las bolitas de pelo, porque son adorables a rabiar, hasta que la presión de la masa te desplaza lejos del pasmo.
Va a sonar mal, pero creo que los osos panda mejor en un reportaje del National Geographics en 4K (no digamos en 8K) y desde el salón de casa. Hay cosas más interesantes en China.