Un minúsculo fragmento de la Gran Muralla China |
La Gran Muralla China me dolió. Y lo hizo en muchos sentidos, también en el no metafórico.
Duele físicamente superar peldaños que tienen más altura que huella (técnicamente, más de un 100% de pendiente), pero que además también te obsequian con alturas irregulares y variadas; duele sortear turistas (sí, como nosotros) a codazos - turistas de esos que corren a escalar media docena de peldaños y arrastran (sí, arrastramos) nuestras sebosas vidas, sin gracia ni desparpajo, hasta llegar al primer descansillo. Todo eso duele, pero luego se alivia.
Lo que de verdad duele, y duele mucho y el dolor perdura, es darte cuenta que alguien (supongo que el que diseño el viaje) ha pensado que puedes "ver" la Gran Muralla China en dos horas ¿Para qué más? No se equivoca el sujeto si piensa en términos de selfie. De hecho hubo a quienes les sobró tiempo.
Si piensas en escala anímica, entonces la percepción del tiempo necesario para ver, para vivir, este Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 1987, cambia notablemente. Lo suyo sería recorrer un par de centenares de kilómetros de la muralla (y me quedo corto, pues se calcula que mide 21.200km) ; acampar al lado de ella, contemplarla recortada contra un cielo estrellado. Sentir las 24 horas del día, ver pasar las luces y los vientos como lo hicieron quienes comenzaron a edificarla allá por el siglo V a.C. Eso sí sería ver la Gran Muralla China. Creo que entre quince o veinte días sería suficiente para recorrer un buen trecho, dialogar con sus piedras y, para los que son como yo, fotografiarla en múltiples circunstancias.
El problema es que si pones veinte días aquí, veinte días allá, y veinte días más allá ... redondeando: un año sabático. Y quien dice un año sabático, dice dos o dice cinco - sin estrecheces. Marco Polo, casi por alusiones, marchó de viaje en 1.271 (con 16 años) y estuvo 23 años de viaje (expatriado, diría alguno). Pero así, sí. Así sí se conoce y se ven las cosas. En fin, para otra vida. Quien puso la visita de un par de horas ya era consciente de que la Gran Muralla es cosa de un selfie o de toda la vida, así que optó por lo breve, porque para dedicarle toda la vida debió pensar que no le pagábamos lo suficiente (y aquí en China, abonados al post-capitalismo salvaje o al neo-comunismo-capitalista, todo se mide en Yuanes).
El día, horriblemente encapotado (otra de las vicisitudes del turista volátil), destrozó los cielos de las imágenes, pero, al menos, alivió el rigor de la "escalada". Vaya: quid pro quo.
Otro minúsculo fragmento de la Gran Muralla China. |
Algo menos minúsculo, otro minúsculo fragmento de la Gran Muralla China |
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