Praga |
Imagen a imagen, primero hay que triarlas para luego, volverlas a triar. El objetivo es ser cruel con las indulgencias e inmisericorde con los enamoramientos. Ni el esfuerzo, ni el miramiento en la captura, solo cuenta el resultado.
Con las imágenes supervivientes se van hilvanando unidades narrativas que tengan suficientes fotografías para merecer ser unidades como tal, pero sin que tengan tantas instantáneas como para que parezca oportuno fragmentarlas. Llegado este punto, comienza a ser necesario dirimir el futuro de las panorámicas, que se agolpan en cada unidad temática distorsionando el conteo: llega el momento de sintetizarlas. Y una vez conformadas son arrojadas, junto al resto de las imágenes de esa unidad, a las fauces del enésimo cedazo. Solo que en esta ocasión ya no es una valoración absoluta lo que discrimina entre la vida y el olvido, sino un duelo fratricida que dura hasta que el César descontentadizo sacia su ira ... o perecen todos los gladiadores. Lo cierto es que muchas veces solo queda una imagen, aunque suele gustarme que queden tres o cinco.
En ese momento, si mi vida es una tragedia de 20 horas útiles al día, las imágenes se publican con lo mínimo: una reseña, una localización precisa y los parámetros de la toma (ISO, distancia focal, apertura y velocidad).
Pero si estoy por debajo del umbral del dolor laboral, o bien hace tanto que vivo instalado en él que necesito volver a sentirme animal - como es ahora mismo el caso, entonces comienza la construcción de la narración. Preferentemente erudita, a ratos satírica, pero siempre, siempre, complejamente barroca y un tanto abigarrada. Querencias añejas de un literato irredento, que habría enviado a Don Luis de Góngora a los altares, y a las Vanguardias al infierno.
Hoy comienzo con Praga ... porque me da la gana. Una arbitrariedad indulgente que me puedo permitir sabiendo que no hay nada que salvar. Pues tal es la magnitud del retraso en todo, que nada llegará ya a tiempo.
Praga |
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