Equilibrios |
La tendencia a pensar que el equilibrio solo puede ser estable le confiere a éste una inmerecida aura de deseabilidad. Al final todo es una carrera, una caída más o menos controlada; y esos instantes de aparente quietud, un mero alto circunstancial, una primera derivada nula en la cima de una colina desde la que atisbar el abismo inminente.
Ha llegado el momento de quebrar el equilibrio.
El chaval lo tenía claro: sentado en la barca el culo se mantiene en secano; mientras la vida sigue en la playa ... por cierto, la de Cadaqués [1][2]. Pero incluso tan afortunada circunstancia resulta irrelevante cuando de lo que se trata es de combatir el mero estancamiento.
¿Y ahora qué? ... ¿hablamos de fotografía?